sábado, 6 de junio de 2009

Niebla nocturna de Lyon

Frío, tiemblo.
Frío de la violencia inmerecida
Los caminos llanos no van a ningún sitio,
pero los tortuosos son incómodos.

Pido perdón, violencia, si te he despertado.

Y es que despiertas aún cuando no hago ruido.

Despiertas y enfureces,
tanto si lo espero como si no.

Eres un cristal opaco de mil caras que deforma todo cuanto veo.

Ya apareciste, ¡temblor!
No quería que entraras, pero estás aquí.

Me ocuparé de que salgas,
y dejes a mi piel tranquila,
reposando en la corteza que me has ido forjando.

Tiembla, temblor
niebla que oscurece mi día a día
sin dejarme ver el aire básico,
ni la síntesis de estas ramas.

Temblor, cuadrado, claridad curva,
atragantándome con tu violencia.

Mejor hoy que mañana,
tiembla, temblor,
niebla que se irá
con el próximo abrazo maternal.

Mi diafragma espera tus embestidas.
Puede que tiemble,
pero tus maneras no me harán caerme.

No sé si me equivoqué, violencia.
Pero si lo hice, nunca te llamé.

Tiembla, temblor, tiembla
que el temblor que me has causado
me frotará la piel
para darle el calor que le has quitado.

Gracias Lyon,
Gracias Esther

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