sábado, 6 de junio de 2009

Teatro clásico vs teatro del arte

Las emociones tiñen la relación con nuestros semejantes. Freud encuadraba gran parte de las emociones en el subconsciente. Definió el subconsciente como un gran iceberg del que sólo conocemos un pequeño extremo: “(…) el inconsciente sería como un gran iceberg que oculta la mayor parte de su masa y cuya punta asoma a veces en el comportamiento sin que siempre tengamos una explicación coherente”. (Mª D. Cáceres, pág. 84)

En el día a día, a menudo se nos plantea la duda de dónde poner el límite de implicación emocional en nuestras relaciones interpersonales.

El civismo nos ha hecho suprimir la expresión de ciertos sentimientos en muchos contextos (profesional, amistoso e incluso, aunque parezca paradójico, también en el familiar)

En nuestra sociedad occidental, pienso que una de las tareas más arduas que se nos plantea en la vida cotidiana es la constante imposición cívica de no expresar emociones, de pulir cada uno de los instintos primarios. Tanto es así que me atrevería a decir que por cada una de las emociones viscerales que sentimos existe un sucedáneo, un eufemismo. Como ejemplo pondré la supresión de olores corporales que plantea M.D. Cáceres en su capítulo 6.5 (“el olfato como comunicación no verbal”). En la actualidad, se están sustituyendo los olores corporales por perfumes. La ocultación de estos olores simboliza la fuerte intención de nuestra sociedad de ser aséptico, de no dejar entrever las emociones visearles. Sin embargo, constituyen la energía que nos mueve a actuar. Suprimirlas no es más que tratar de maquillar nuestro comportamiento de civismo. Si bien es necesario amoldarse y suavizar ciertas reacciones para el bien de la comunidad, pienso que nos estamos yendo a un extremo que no resulta lógico. El tratar de “higienizar” todas nuestras reacciones, tanto verbales y no verbales, puede llevar a comportarnos de una manera obsesiva.

En esta implicación emocional existe una disciplina que nos puede ilustrar bastante: la interpretación teatral.

Hay múltiples teorías sobre la interpretación que no vamos a abordar aquí. Pero sí vamos a extraer algo ocurrido en la historia del teatro que puede ilustrar el tema que nos ocupa.

TEATRO CLÁSICO VERSUS TEATRO DEL ARTE

La tónica de las representaciones teatrales clásicas era la de la tragicomedia: combinación de escenas dramáticas con escenas de la comedia más hiperbólica. En ellas se manejaba una interpretación de la exageración.

Poco a poco, este tipo de interpretación fue resultando demasiado artificial, ya que no implicaba en ningún momento las vivencias del actor. Se trataba de “imitar” y no de “ponerse en la piel del personaje” (frase que escuchamos frecuentemente a los actores de cine en la entrevistas televisivas).

Gracias al sistema que planteó el dramaturgo ruso Stanislavski la interpretación evolucionó hacia un teatro más realista.

El método Stanislavski (también llamado método de acciones físicas, o “técnica vivencial”) aboga por no imitar exageradamente gestos del personaje en al escena, sino de imbuir al personaje de las propias vivencias del actor. Es decir, si en una escena el personaje aparece “agotado físicamente” no se trata de “parecer cansado” sino de “estarlo realmente”. De esta forma la escena gana en credibilidad.

Esta evolución de la interpretación teatral podría ser una demostración de hacia dónde va la comunicación interpersonal: para relacionarse ya no prima la ocultación de sentimientos y la sobreactuación, sino que resulta más creíble, fiable y, por lo tanto, nuestra expresión será más rica si sabemos relatar las creencias “empapadas” de nuestras emociones. Las emociones no están aisladas de nuestro “yo exterior”, por lo tanto debemos tenerlas muy presentes a la hora de comunicarnos con los demás.

Los elementos clave que Stanislavski plantea en su método son:

- relajación.
- Concentración
- Memoria emocional
- Unidades
- Objetivos
- Superobjetivos

Sin entrar en definir cada uno de ellos, vemos que algunos de estos elementos constituyen el sustrato de cualquier acto comunicativo. Es decir, si un actor debe relajarse y concentrarse para lograr una expresión adecuada de su discurso, ¿por qué no trabajar nosotros esas mismas cualidades para nuestra comunicación diaria?

Aplicar los principios de la interpretación teatral a la comunicación interpersonal puede ser una manera muy factible de canalizar nuestras emociones a la hora de expresarnos.

No hay comentarios: