lunes, 23 de junio de 2014

A los hombres no les gustan las chicas de manos grandes

Desde que se reunieron en esa plaza tan alternativa de la ciudad, él no dejó de estrecharla en su abrazo delgado. A ella, sus arrugas y su tez morena le estimulaban cada vez más. Ella le llevó a esa vieja iglesia, él le pidió cariñoso que le enseñase aquella parte de la ciudad. Rocío no creía que aquel hombre experimentado pudiera interesarse por aquella vieja iglesia. Pero así fue. Y la conversación subía. Y los impedimentos a su relación bajaban.
Después de visitar la Iglesia, fueron a escuchar jazz. Y al ritmo del sugerente saxofón se abrazaban. "Es alucinante. ¿Ves cómo se para todo alrededor?". Rocío claro que lo veía. Lo sentía. Estaban unidos.
Al regresar, Rocío conducía el coche de él. Pocos kilómetros les separaban de casa de ella. Durante el trayecto, no dejó de tocarle la entrepierna mientras ella conducía. Trayecto en silencio. Llegaron, ella aparcó frente al portal. Él musitó una frase de duda: "¿Dónde nos lleva este juego?". Bajaron del coche. Él se despidió con un "chao".

Esa noche, separados, ella se llenó de él.

En la próxima tarde que pasaron juntos, él la recibió diciéndole que se había terminado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Por qué no continua?